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Mensaje de septiembre /octubre de 2019 de la Obispa Presidente Elizabeth Eaton

 
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Debemos ser audaces 

Esta iglesia celebró una reunión en agosto. Nos reunimos en Milwaukee en la Asamblea General 2019. Estábamos llenos de expectativa y emoción. ¿Qué cosas sucederían durante la asamblea? ¿Cómo íbamos a ser inspirados por la adoración y el estudio bíblico? ¿Cuáles serían nuestros nuevos desafíos? ¿Qué nueva visión de la obra de la iglesia recibiríamos?

Resultó ser tremenda semana. La asamblea adoptó el pronunciamiento social “Fe, sexismo, y justicia: Un llamado a la acción”; pidió disculpas a las personas de ascendencia africana; adoptó una resolución mediante la cual se separa el 17 de junio como día de arrepentimiento para conmemorar a los 9 de Emanuel; avanzamos en nuestro trabajo a favor de una auténtica diversidad; declaramos a la ELCA una denominación santuario; adoptamos una declaración de política: “Declaración de compromiso interreligioso”; celebramos la terminación éxitosa de nuestra primera campaña completa; comenzamos la celebración de 50 años de ordenación en los Estados Unidos de mujeres luteranas, 40 años de ordenación de mujeres de color, y 10 años de que a personas LGBTQIA  se les permite servir libremente; elegimos a la Diaconisa Sue Rothmeyer como secretaria; aprobamos un presupuesto; y mucho más.

La asamblea fue intensa, y los miembros votantes participaron activamente. Las medidas tomadas generaron mucho debate durante la asamblea y después de la misma. Han surgido diferentes narraciones de lo que sucedió y de lo que no sucedió.

Algunos dicen que una reunión de personas bien intencionadas se dejó llevar un poco y enredó a la iglesia en cuestiones increíblemente ingenuas y peligrosamente políticas —desafiando al patriarcado, denunciando la inequidad racial, estableciendo una nueva conmemoración en el calendario de la iglesia, volviéndose una “denominación santuario”, siendo demasiado abierta a los compromisos interreligiosos. Otros dicen que una reunión de personas bien intencionadas tomó decisiones que eran demasiado tímidas, que no fueron lo suficientemente lejos como para abordar y actuar sobre problemas significativos en la sociedad y dentro de la iglesia. Parece como si estuvieran informando acerca de dos eventos diferentes.

Esto es lo que sí ocurrió. Nuestros días se centraron en la palabra y los sacramentos. Todos los días al mediodía nos reunimos para la comunión. Escuchamos la palabra leída, proclamada, y cantada. Recordamos nuestro bautismo. Recibimos la Palabra viva en, con, y bajo el pan y el vino. Esto no fue un interludio en nuestro trabajo, una especie de receso del verdadero negocio de la asamblea. Fue la fuente y la fuerza del trabajo que estábamos llamados a hacer.

Antes de que se emitieran votos, nos detuvimos en silencio, y luego en oración. Hubo estudio bíblico todos los días. Cantamos a Dios salmos e himnos, y canciones espirituales. Tuvimos profundas conversaciones entre nosotros, primero como extraños, pero luego reconociendo en cada uno a un miembro del cuerpo de Cristo. Celebramos y discrepamos, y nos reímos y dormimos muy poco. Y, guiados por el Espíritu, vislumbramos el reino de Dios irrumpiendo en el mundo.

Uno de los dones que el movimiento luterano ofrece al mundo es la clara declaración de que la palabra de Dios es a la vez ley y evangelio, juicio y promesa. Martín Lutero tenía una visión muy conservadora de la naturaleza humana, en la cual reconocía nuestro quebrantamiento, rebelión, y pecado. Todos estamos bajo el juicio de Dios. ¿Lo hicimos todo bien en la asamblea? Probablemente no. En lo que nos hayamos equivocado, que Dios nos corrija. Pero la promesa de la Palabra es que somos perdonados y redimidos. Somos liberados en Cristo para amar y servir al prójimo.

Las acciones tomadas en Milwaukee se basaron en nuestra comprensión bíblica y confesional de quién decide Dios ser para nosotros, especial y más claramente en Jesús crucificado y resucitado por la vida del mundo. Creemos que Dios desea una vida abundante para todos, que todas las personas por igual son creadas a imagen de Dios, que se nos manda acoger al extraño y cuidar a los niños.

Y debemos ser audaces. En Milwaukee, salimos en fe.

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